La tragedia se despliega otra vez frente él. Los libretos están sobre la mesa. Manchados de lágrimas, no hay duda, qué detalle. El actor se corre de otros personajes que ya interpreta. El vaso sube hacia la boca. Lo domina un temblor que no pertenece al contexto. Corresponde a un vacío o miles de ellos. Son hojas en blanco según dichos del escritor. Del director también.
Ahora camina reconociendo el espacio. El monólogo es desmasiado largo. Tiene intensiones de terminarlo cuanto antes. Necesita un dialogo posible, un encuentro con otro u otra. En este caso femenino. La actriz elegida en el casting. Recuerda la linea de Mulholland Drive, this is a girl. Rebota en la cabeza un rato mientras continúa caminando. This is a girl...
Para nacer hay que morir en miles de muertes que nos preceden de las cuales aun tenemos los restos mortuorios sin haber sido los protagonistas. Lee y recita al aire lleno de humo. La ansiedad, extraña y premonitoria aparece. Una llamada interrumpe el hilo del relato. Decide no atender y observa quien es. Otra ansiedad, la de interrumpir un flujo de energía actoral, el de ponerse a componer rápidamente otro para la ocasión. Escena dos, oscuridad, golpes en la puerta del costado izquierdo del escenario. Final del monólogo.
Un silencio se apoderó de la casa. Se escuchó el hielo y el whisky caer en el vaso. Acaso lo importante sea solo dejarse apoderar por el texto que llega imprevistamente. Vivir el personaje hasta el extremo de la sensación. A pesar del dolor que supone la obra. Al final del túnel siempre hay incertidumbre. No se pueden escatimar deseos y emociones. La espada pende de un hilo. La roca vuelve a caer desde la cima.
Dónde estás. Suena como afirmación y hace una corrección en el libreto. Por ahora con lápiz. Quiere borrar, que nada sea eterno. Y sin darse cuenta espera. Mira la pantalla. Se refleja en ella. La hora parece haberse congelado y las carnes se ablandan con el tercer vaso. La noche es puerta que comienza a entornarse.
No sabría por donde empezar. Ya está decretado el final. Una tragedia es una tragedia.Un espejo de lo que sucede. Todo concluye y nada escapa a eso. ¿Por qué no queremos verlo? El vacío se acentúa cada vez mas. Lo vivido antes es más fuerte que el presente. Asombro y tristeza. Extrañar hasta su ausencia es un delirio que comienza a cobrar dimensiones de drama. El drama no es tragedia. Como que una herida no es la muerte. En la escena final descubre el error de su presuposición. Estaba todo claro desde un inicio, con lágrimas impresas por capricho del autor. Pero es mas fácil condenarse. Lo previsto. La certeza. Y todo es aleatorio, sin rumbo fijo.
Risas nerviosas adormecen el temor. Nunca sentirá el vacío sin llenarlo.