“Él mira a través de la ventana.
¿Qué es lo que ve?
Él ve el brillo y el cielo vacío,
él ve las estrellas saliendo esta noche”
"Preguntándome qué será lo próximo", viajo por desiertos de palabras, caras de arena, manos de viento y presiento la necesidad del silencio como un oasis libre de significados. Allá a lo lejos diviso ese punto de paz que me espera. Un lugar sin preguntas que llenen el vacío que intento contemplar, apartado de las rutinas de sonidos que nada dicen, diciéndolo todo. Será solo un momento que me acercara a la intimidad, para reconocerme como parte microscópica de todo.
Literalmente, la utopía no existe. " Un lugar sin lugar" diría el epígrafe en un cuento de Borges dentro de "El Libro de Arena". Por eso camino por el topos, el "lugar" en el que se apoyan mis pies, yendo hacia otro topos. El pueblo judío (según el relato bíblico), luego de la pascua fué hacia la Tierra Prometida, un sitio real a casi 400 kilómetros de Egipto, donde estaban padeciendo la esclavitud . Una realidad que no estaba dentro del rango de visión, pero que era accesible con solo ponerse a caminar. No era un "lugar sin lugar" el que buscaban, atravesando el desierto durante irracionales 40 años. Simbolizaba, segun analistas de estos textos, el Edén perdido por Adán y Eva, pero materialmente mas cercano.
Hay innumerables relatos sobre la búsqueda de la Utopía con sus diferentes nombres: Santuario, Paraíso, Cielo, Nirvana, Campos Elíseos etc. En casi todos la vida presente resulta imperfecta en comparación de lo que se espera. El móvil de la existencia en el mundo es, en la mayoría de los casos, la esperanza. Así, se vive de la promesa pasada en la espera de un futuro ideal. Mientras esa imagen de una vida mejor no esta dentro como una sensación potente, se padecen los dolores de estar en el mundo. Similar a un síndrome de abstinencia de drogas donde mente y cuerpo añoran de un modo violento "los paraísos artificiales".
Siento que estoy lleno de estos signos que manipulo para explicar lo inexplicable y que mi viaje se retrasa. El sol arde en toda la piel y me veo creyendo en un nuevo mito, personal hasta ahora, pero un mito al fin. La arena se vuelve playa, surge la ilusión y con ella la esperanza. Entonces me doy cuenta de que estoy haciendo lo que harían nuestros ancestros cuando vieron que la realidad los superaba: crear un mundo imaginario de paz y armonía al que se llega luego de arduos esfuerzos. Como dije antes, la felicidad del presente es el futuro imaginado haciéndonos a todos sus creyentes, pasajeros de la nada, que permanecen quietos y aferrados a fantásticas ideas para sobrevivir en este mundo.
Un buscador de la nada no transita por ella con los signos que generan verdades, valoraciones, prejuicios. Se entrega al viaje y va. Cada paso es presente, no hay una configuración permanente para percibir lo estable, equilibrado y armónico. Los lugares no son contenido para el vacío, sino espacios para experimentar en momentos que no tienen medición. En la nada siempre hay algo oculto y solo se siente si se deja de estar preparado para el encuentro. Y ante todo, la nada (como la utopía), no existe.
Con esto se desvanecen las únicas certezas que aferraban mi búsqueda al mito y transforman en un mito mi búsqueda. Queda entonces, el viaje sin objetivos paradisiacos y pierde sentido el oasis como lugar, como espacio donde se hallarán la paz y la armonía, lejos de lo cotidiano, móvil y palpable. Me encuentro así con las propias contradicciones sin miedo a verlas y dejan de serlo. Ahora son modos cambiantes de ser y sentir que me acompañarán o no a lo largo de mi vida, en constante trasformación.
Se desvanecen también, el sol ardiente y el desierto. Y todo el tiempo transcurrido en el deja de ser importante y lastimoso. Se ve como sucesión infinita de sitios explorados y momentos vividos con resultados diversos que ya solo sirven de anécdota. Un lugar sin preguntas es un lugar sin lugares . Es de esa manera como, con temor o sin él, los significados se vuelven irrelevantes y la palabra comienza a silenciarse. De a poco, el viaje solo es un viaje y no un escape de la esclavitud o una búsqueda de los paraísos perdidos. Y es ahí en ese punto en el que todo se funde y nada es mas que otras cosas. Ni siquiera nosotros.