I
Desintegración es la idea del mundo: destruir, procesar, no dejar casi ningún indicio de lo que fue. El producto final, es artificial.
No puede haber un juicio de valor directo cuando apreciamos esto, simplemente contemplar lo hecho y observar como los hacedores, emulando según la vieja creencia a un dios creador, producen el artefacto. Es un escollo valorar antes de percibir con nuestros sentidos. El conocimiento está hecho de palabras cuando la experiencia sucedió. Por eso el saber que viene solo de las palabras carece de solidez.
Todo cuanto existe puede ser puesto en duda, porque vivimos en la incertidumbre, aunque nuestras creencias o enseñanzas no nos permitan ver la inconsistencia de la realidad. Cuánto más, podremos dudar de lo escrito, las imágenes de signos con significados y no la cosa en sí. Lo que se aprende por palabras (dichas o escritas), es una experiencia indirecta que merece una puesta en práctica para certificar su veracidad.
Entonces podríamos decir que el saber es artificial, está hecho por la humanidad, de retazos de experiencias directas e indirectas y se rememora en forma de palabras e imágenes. Nuestra educación se encarga de parcelar estos datos, de modo que los entendamos como partes y de a poco dejemos de percibir el todo.
II
Hablamos de nuestro cuerpo como si no fuéramos eso. Hablamos del espíritu como si este no proviniera de la materia. Y esa desintegración cotidiana, común y poco vista por nosotros es la que nos quita día a día nuestro poder real, ese que nos hace ser quienes somos.
Me cuesta ver cómo desde un punta de vista político se habla de transformar el mundo en un lugar justo, diverso y creativo, cuando carecemos de autopercepción y de integración propia, con todos y todo lo demás. El mundo no se puede cambiar con palabras y con acciones que emanan de las palabras por más esclarecedoras que parezcan. Ninguna revolución triunfó plenamente porque negó de manera implícita que todo cambio es permanente y dinámico, porque cuando se aquieta, todo vuelve a ser poco vital aunque las estructuras sean diferentes.
Cambiar las estructuras no es en principio cambiar la escencia. Destruir algo no implica que lo que se construya sea lo que necesitamos. El mundo opera de ese modo y no tiene nada de revolucionario. Los llamados desarrollistas, los trasformadores de nuestro hábitat urbano, demuelen constantemente viejos edificios para instaurar el progreso de la civilización. Y cada vez hay menos cielo, menos verde, menos aire y más entorno artificial. La naturaleza desintegra pero lo hace para integrar sin un proyecto en si. Aún cuando un terremoto devasta luego reelabora el ambiente.
III
Un juicio de valor obstruye la percepción profunda. Nos anticipa algo que no necesitamos anticipar. Nos deshabilita para elegir observándonos y nos satura de palabras que nos detienen en pensamientos, lejos de la experiencia constante. Y así de lejos como estamos nos vamos volviendo partículas incapaces de relacionarnos y de potenciarnos. Mientras algunos pocos, disfrutan del banquete que se proveen con la destrucción, que también es su destrucción.
2 comentarios:
Por ahi me deliro un poco, solo digo que cuando leí me acordé de Shiva, que para los hindúes es la deidad destructora. Ojo, no es maligno, es destructor y cando hace su tarea también destruye la ignorancia. La contracara es Visnú, el conservador, que al conservar, conserva también la maldad. No son ni buenos ni malos. Me gusto lo que escribiste Seba
PD: al medio de los dos está Brahama (no la cheve) que sueña con nosotros y cada vez que cambia de sueño produce una Visisitud
genial emilio la verdad es que estamo deacuerdo con lo de malo bueno y los tres dioses hindues. representacion e los trs procesos vitales, creacion destruccion y conservacion. te sigo leiendo aia en el blo piso e parke
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